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PIÉNSALO, PIÉNSALO

¡NO TENGAN MIEDO!

ARTURO MACÍAS PEDROZA

En este período problemático, la esperanza se eleva como el sol después de la tormenta. Todos podemos esperar un futuro que aclare este cielo obscurecido. Habrá mejores días ciertamente. Alborea ya una "post-pandemia".

La llamada resuena desde hace dos mil años, cuando los apóstoles, encerrados y temerosos, escucharon el día de la resurrección: "¡No tengan miedo!".

"¡No tengan miedo!" sigue siendo un grito legítimo que consiste en creer hoy en la acción de Dios. Mucha gente debe aprender a no tener miedo, son numerosos en efecto quienes creen que la "Buena nueva de la salvación" hace la vida más difícil a causa de sus exigencias que se sienten como una carga en vez de una liberación. Pero en nuestra vida hemos necesitado muchas veces de estas palabras y al oírlas nos han quitado el temor.

¡Este "¡No tengan miedo!" debe ser considerado en toda su extensión. Es una llamada a todos los hombres a animarse, a fin de superar el miedo que inspira el estado en que está el mundo contemporáneo con sus crisis mundiales: ¡No tengan miedo de lo que ustedes mismos han creado, no tengan miedo de que todo lo que el hombre a producido, pueda volverse contra él! ¡En una palabra, no tengan miedo de ustedes mismos!

¿Por qué no debemos tener miedo? ¡Porque el hombre ha sido rescatado por Dios! "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su único Hijo" (Jn. 3, 16). Es en esta verdad que se fundamenta este "¡No tengan miedo!". Este Hijo habita en el corazón de la historia humana, en la anterior a él y en la que prepara el advenimiento escatológico del hombre. Es la luz que "brilla en las tinieblas y las tinieblas no pueden vencerla" (Jn. 1, 5). El poder de la cruz de Cristo y de su resurrección es siempre más grande que todo el mal del cual el hombre podría tener miedo.

En México el mensaje de Santa María de Guadalupe: "No temas esta enfermedad, ni otra angustia ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?" es repetirnos especialmente a nosotros "¡No tengan miedo!". Cristo se los dijo a los Apóstoles (Lc. 24, 36) y a las mujeres (Mt. 28, 10) después de la resurrección. Esta es una convicción que deberá estar habitando en nosotros hoy y mañana. La presencia de María en los grandes acontecimientos del país nos ayuda a mantener esta convicción.

Al inicio de esta nueva época, tan llena de peligros e incertidumbres, nosotros tenemos más que nunca el deseo de escuchar estas palabras de Cristo resucitado: "¡No tengan miedo!". Es una necesidad para el hombre de hoy que con la pandemia y todas sus consecuencias sociales, económicas y de salud, no cesa de tener miedo en su interior y no sin razón; son necesarias estas palabras para el México que necesita resurgir de la muerte, expresada en la violencia, la injusticia, la impunidad, las leyes contra la familia y la vida, la corrupción; urge que estas palabras hagan efecto para diseñar un país que, con la madre de todas las elecciones, necesita saber reestructurar sin miedo y con sabio discernimiento las instancias legislativas y de gobierno, a fin de procurar el bien común, sin intereses mezquinos, fanatismos o manipulaciones.

Es igualmente una necesidad para todos los pueblos y todas las naciones del mundo. Es necesario que, en la conciencia de cada ser humano, se fortalezca la certeza que existe alguien que tiene en sus manos la suerte de este mundo que pasa, Alguien que tiene las llaves de la muerte y del infierno (Ap. 1, 18), alguien que es el alfa y el omega de la historia del hombre (Ap. 22, 13), sea individual o colectivamente; y sobre todo que este alguien es amor hecho hombre, crucificado y resucitado. ¡El amor sin cesar presente en medio de los hombres! El amor eucarístico, la fuerte inagotable de comunión. Al único al que podemos creerle sin la menor reserve cuando nos pida: "¡No tengan miedo!".

Preparémonos a afrontar toda suerte de contradicciones, exigencias y compromisos sin ni siquiera pensar en abandonarlo, pues esto también implica su "¡No tengan miedo!"; exigencias que no sobrepasan nuestras fuerzas si estamos llenos de fe. Existen en el mundo muchos hombres y mujeres testigos de que es posible practicar estas exigencias de la fe, que son las exigencias del amor redentor.

Es fundamental para el hombre entrar en la esperanza, levantarse de su caída, dejarse guiar. La buena noticia que describe más íntimamente la existencia cristiana es que seguimos a Cristo, no porque lleva su cruz, sino porque lleva la nuestra.

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