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Vida al galope

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ALEJANDRO TOVAR

Para el Dr. Alejandro Gómez Alvarado, sabiendo que el futbol es frívolo y celoso.

Ser un seguidor viejo del AC Milan, solía ser en los tiempos de Sacchi, un emotivo galopar en la niebla, un camino y sorteo de aventuras, todas con una libertad y gusto de esa vida que tenía el dulzor del espectáculo garantizado, los goles para cantarse y las acciones para enmarcar escenas. Gullit, Rijkaard y Van Basten eran esos monstruos que nos enseñaban que el futbol no se puede entender con alma limpia. Era juego de pressing, zona, contragolpe y cambio de velocidad.

El trío holandés tenía una tropa de jugadores locales con ellos, de muy alto nivel con Baresi, Maldini, Albertini, Costacurta, Donadoni, Galli, Massaro, Simone, Evani, tantos cracks. Teníamos esos fans historia desde el tiempo de Gianni Rivera, José Altafini, Maldini padre, Trapattoni y el gran Amarildo pero siempre sufriendo y temiendo al vecino de azul y negro, el gran Inter, que se hizo fuerte con Helenio Herrera en los sesenta. Era un DT enigmático, sabio. Le decían “El Mago”.

Nos hizo sufrir a los rojinegros con su aplanadora de 1963, 65 y 66 ganando títulos, incluyendo la Copa de Europa (ahora llamada Champions) al Real Madrid de Di Stéfano, Puskas y Gento, con dos golazos de Sandro Mazzola (3-l). Ahí estaban Sarti, Mario Corso, Lodetti, los hispanos Luis Suárez y Joaquín Peiró. Era 1964 y la vida fue dando cambios. Pasaron, Sacchi, Mourinho, han sido tantos.

Como nuestro futbol no emociona, ni sacude, no impacta y sí va cayendo hasta causar bostezo, uno espera el tiempo de tv con cierta ansia pero también con temores, porque la desigualdad de niveles que se miran, ha creado una clase media entre los espectadores, hambrienta de privilegios y los tuvimos... pero en contra, porque el Inter de Antonio Conte (51) es excelencia en el acto.

Los Rossonero somos una casta que miramos con ojos de cierta envidia y no menos tristeza. Fuimos a la sala con ilusión y algunas sonrisas tímidas que pronto se ocultaron con dos dardos del argentino Lautaro, con Samir Handanovic (36) arquero esloveno a quien llaman “Batman” en domingo mágico. Con D’Ambrossio y el serbio Kolarov respirando encima del belicoso Zlatan (39).

Roger Menama Lukaku vino del Congo a Bélgica hace 30 años para jugar en varios clubes de segunda. Hace 26 nació su hijo y le puso Romelu, por las dos primeras letras de su propio nombre. Ese chico nació en Amberes y debutó en primera a los quince con el Anderlecht que lo envió a Inglaterra donde pasó por W. Bromwich, Everton, Chelsea, ManU hasta recalar en el Inter, donde en su primera campaña marcó 31 goles. Ahora lleva 23. En liga, 17. Resto en Copa y Champions.

El domingo le dijo al mundo que deben recordarlo, incluyendo a quienes somos Rossoneros, porque tomó atrás del medio campo y puso segunda y tercera arrastrando a Romagnoli con una carrera de zigzag. Antes del cierre de Theo Hernández, con zurda, la puso a la base del palo derecho de Donnarumma. Un galope vibrante. Un golazo que gritó para todos y para Zlatan. Fue como una fiera de la selva galopando por la presa, con su 1.90 y 94 kilos de peso. Un tren.

Ya sabemos que a un mundo de pasiones no le podemos exigir paciencia o serenidad. Tampoco podemos cambiar de banderas, eso solamente los políticos saben hacerlo por carecer d vergüenza. Y aunque la melancolía nos proporciona un mayor aprecio de los momentos vividos, debemos entender que con la pandemia, el futbol y los golpes de la vida, siempre se aprende algo.

Alejandro Tovar // [email protected] 

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