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AMLO y la misoginia bíblica

JOSÉ ANTONIO CRESPO

Muchos se preguntan por qué el respaldo tan contundente y obcecado de López Obrador a Félix Salgado Macedonio, lo cual confirma la ausencia de empatía a la causa de las mujeres, así como la contradicción entre su discurso progresista y el hecho de que a ese tema no le da la menor importancia (incluso le fastidia). Muchas mujeres congruentes que le han acompañado desde siempre, acaban de descubrir -o confirmar- que la imagen solidaria y progresista de AMLO en estos temas era ilusoria; resultó ser un gran conservador. Circula la tesis de que Salgado canalizó dinero a la larga campaña de AMLO (incluso del narco, sospechan algunos) y que éste es muy agradecido con sus donadores (como lo hemos visto también con Manuel Velasco). No suena descabellado.

Pero más allá de las consideraciones estrictamente políticas, cabe preguntar de dónde viene la indiferencia de AMLO por la causa feminista; por un lado está el machismo patriarcal que en México sigue siendo amplio e intenso. Pero podría suponerse que otra fuente de su desinterés y hasta desprecio por los derechos femeninos viene -al menos parcialmente- de su visión bíblica de la vida. Frecuentemente recurre a frases del libro sagrado, quizá como otro recurso demagógico -según recomendaba Maquiavelo-, pero probablemente también reflejen sus convicciones personales. Recordemos que el Antiguo Testamento, fuente de todo cristianismo (e Islam), tiene una esencia esencialmente misógina. La mujer, ser inferior, fue causante del pecado de Adán, y parte de su castigo fue someterse a su esposo: "Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti", le dijo Jehová.

Dice por ejemplo el influyente San Agustín, que el demonio en forma de serpiente "cautelosamente comenzó a platicar con la mujer… la parte inferior de aquella humana compañía… juzgando que el varón no era tan crédulo y que no podía ser engañado sino cediendo y dejándose llevar del error del otro" (es decir, la mujer sí se podía engañar por ser más tonta que el varón). De modo que "Adán no fue engañado, la mujer fue la engañada". Si Adán después siguió el consejo de Eva fue porque "no quiso apartarse de su única consorte ni en la participación del pecado". El pecado de Adán consistió entonces en ser leal con su mujer. La culpable, a todas luces, fue Eva. Decía también San Agustín: "Debemos concluir que un esposo está destinado a gobernar sobre su esposa así como el espíritu gobierna sobre la carne". La parte superior debe someter a la inferior.

El mito sobre la creación de Eva dio lugar también a que los inquisidores Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, que escribieron el tratado contra la brujería Malleus Maleficarum (el "Martillo de las brujas", s. XVI), texto básico para la Inquisición, señalaran a la mujer como más propensa a la brujería que los hombres, "porque el sexo femenino está más relacionado con las cosas de la carne que los hombres; porque estando formadas de la costilla de un hombre, ellas son sólo animales imperfectos y torcidos, mientras que el hombre pertenece a un sexo privilegiado de cuyo centro surgió Cristo". Y agregaban: "Toda brujería procede de la lujuria carnal, que en las mujeres es insaciable". En fin, el Antiguo Testamento y la teología cristiana están plagados de ideas semejantes. Ha costado mucho esfuerzo ir superando tales aberraciones, pero por lo visto se percibe todavía un largo y sinuoso camino para eliminar la endémica misoginia.

@JACrespo1

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