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La fauna de acompañamiento

JULIO FAESLER

Dime con quién andas y te diré quién eres. Uno no escoge a sus parientes pero sí a los amigos. En la política, uno se define por lo que defiende. Los partidos políticos se califican por la calidad de los candidatos que postulan.

La candidatura para el gobierno de Guerrero de Félix Salgado Macedonio, "Félix", así de familiar es el trato que el presidente le da, arrastra tanto al partido que lo postula como al que lo defiende. Sus violentos antecedentes por actos que merecen castigo son ahora vigorosamente denunciados por grupos de mujeres agraviadas. El presidente López Obrador en un acto de incongruencia con los principios que dice sostener, se escurre de opinar diciendo que no le toca calificar lo que los candidatos que los partidos escogen. En un exabrupto dice estar harto de tantas acusaciones malintencionadas.

Hartos estamos también de la interminable sarta de condenas y distanciamiento de los muchos que no coinciden con su manera de pensar. No hay mañanera que desperdicie AMLO, ayer una vez más, para acusar a los que califica de corruptos mandándolos al inframundo de sus "adversarios".

La corrupción la entendemos no solo en cuestiones económicas sino en comportamientos que destruyen el tejido social de nuestra comunidad. AMLO ha dedicado horas enteras en recomendar y difundir el Código Moral que recomienda respeto al ser humano y muy especialmente a la mujer y sin embargo, no descalifica a Salgado Macedonio.

Una de las facetas más repugnantes del machismo que anida en el mexicano es su insultante y violento trato a la mujer. Esto tiene que ser superado y nunca puede tolerarse en un partido político que se propone como gobernador a cualquiera clase o dimensión de comunidad.

El decir que decidir que el respeto a la mujer es asunto del pueblo agrava el insulto. El pueblo mexicano no quiere identificarse con el patán de barrio que degrada a sus madres, hermanas o hijas. El presidente insinúa que su pueblo se encuentra al nivel del repudiado candidato de Morena. Él mismo se sitúa al nivel de otro protegido suyo, que es el senador Napoléon Gómez Urrutia quien desde hace años tiene una deuda pendiente de 55 millones de dólares con el sindicato minero.

El presidente podrá sentirse cómodo con tal fauna de acompañamiento, pero la incomodidad que cunde por toda la República es mucho mayor cuando pasa del candidato de Morena que quiere gobernar al estado de Guerrero, a lo defectuoso de la operación de los varios programas sociales que son el eje mismo de la política económica y social del gobierno actual.

Esa inconformidad nacional se extiende al conjunto de programas sociales que AMLO ha lanzado para favorecer a los adultos mayores, estudiantes, enfermos, o la dotación de dinero que sustituye a las desaparecidas guarderías infantiles, con los cuales se propone rescatar al país de la triste recesión que lo agobia.

En el mejor de los casos esos programas son útiles al atender las carencias cotidianas de individuos y de las familias. Por razón de su propio diseño son absorbidas de inmediato y desaparecen en el esponjoso suelo de las necesidades económicas inmediatas.

Además de esos programas sociales, muchos teñidos de intención electoral, es inaplazable ofrecer apoyos financieros a los productores, sean agricultores, agroindustriales o industriales o de turismo. Se trata de fortalecer la producción a todo nivel y especialmente a las PyMES que ocupan el 90 % de la población trabajadora.

La caída de empleo tiene remedio si se abren las puertas del financiamiento para dotar de capital de trabajo que falta para comprar materia prima y cubrir salarios. Es patético el actual ofrecimiento a las empresas de 25,000 MN como crédito, cuando lo que se requiere es una inyección de al menos 4 o 6 veces esa cantidad. Dicho apoyo debe cursarse a través de la banca de desarrollo.

Hay que reforzarnos con financiamientos externos institucionales como del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Nuestra actual relación deuda / PIB, tolerable en comparación con la de varios países con los que comerciamos, nos permite aumentar nuestra deuda exterior para dedicarla a aumentar la producción para el mercado nacional y extranjero. La derrama de salarios estimulará el consumo y se reiniciará el ciclo económico ahora estancado.

Todo lo anterior se hará si mejora el bajo índice de confianza no solo en el exterior sino entre nosotros mismos. Es aquí donde la perversa visión del país en que AMLO insiste hasta en estos mismos momentos nos perjudica.

Aferrado a su raíz de luchador social, no ha dado el paso a ser un verdadero líder nacional, lo que explica su irracional apoyo a la candidatura de Salgado Macedonio que perpetúa atavismos que corroen el respeto que reclama el sector que más contribuye a la solidez social y económica del país y que es el femenino.

Ya entramos al tercer año. ¿Será ya tarde para enderezar los rumbos?

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