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Irán, el desafío nuclear de Biden

MAURICIO MESCHOULAM

Un ataque con misiles y drones en un aeropuerto de Yemen el 30 de diciembre. Promesas de venganza por parte de Irán contra Estados Unidos a causa del asesinato del general Qasem Soleimani ocurrido hace un año. Arabia Saudita y sus aliados se reconcilian con Qatar argumentando que enfrentar la amenaza iraní es prioritario.

Irán incrementa el grado al que enriquece uranio colocándose a meses de armar una bomba nuclear, si lo decidiera hacer. El Pentágono da la orden de retirar un portaaviones de Medio Oriente, y casi de inmediato revierte esa orden a causa de las últimas tensiones. Teherán detiene un buque petrolero con bandera surcoreana en el golfo Pérsico. Israel bombardea Siria.

Así arranca este 2021 en esa zona del planeta. Pero también arranca con un nuevo gobierno en la Casa Blanca que se ha comprometido a recuperar el papel del multilateralismo, el valor de los compromisos que ha firmado Estados Unidos, y que promete retomar las conversaciones para intentar reducir esas tensiones. ¿Hasta dónde será eso posible?

Vayamos por partes. Trump -quien había criticado fuertemente el pacto para reducir la actividad nuclear iraní, firmado en 2015 por Teherán con Washington y otras potencias- se retira de ese convenio en 2018 y, con ello, reactiva e incrementa las sanciones contra Irán a un nivel tal que hoy la economía de ese país se encuentra hecha pedazos. Teherán decide en ese momento no abandonar el pacto, sino responder de manera escalonada para dar oportunidad a que los otros firmantes pudieran suavizar la postura estadounidense o rescatarle del desastre. A medida que esa estrategia fue mostrando su ineficacia, Irán decidió elevar el volumen de las tensiones con Washington y sus aliados, lo que resultó en la crisis de enero del 2020 que colocó al borde de la guerra a esos dos países.

Si bien esa guerra se evita y posteriormente la pandemia por COVID-19 desvía la atención de todos los actores involucrados, en realidad ninguno de los factores que produjeron esa crisis desaparece. Por el contrario, la dinámica conflictiva ha seguido avanzando en estos meses. De un lado, Irán y sus aliados consideran que el asesinato del General Soleimani, el segundo hombre más poderoso en el país, a manos de Estados Unidos, no ha sido suficientemente vengado.

Del otro lado, sus presiones económicas -ahora incluso mayores a las de 2020 a causa del COVID- y el aislamiento político al que ese país ha sido sometido han generado la necesidad de mantenerse respondiendo ante su situación de manera activa, buscando mostrar dos cosas: 1) Que ninguna estrategia de presión máxima será eficaz en su contra. 2) Que si Washington regresa a su cumplimiento de los compromisos que había firmado Obama en 2015, Teherán está abierto a distender la situación.

Mientras tanto, a medida que el 2020 fue transcurriendo, para la dirigencia iraní fue quedando claro que la posibilidad de un cambio de administración en Washington era elevada, lo que se confirmó el 3 de noviembre (con todo y las turbulencias en Estados Unidos). Biden había prometido que su gobierno retomaría conversaciones para regresar al pacto nuclear. No obstante, dos condiciones parecían evidentes:

A) Biden entraría a la Casa Blanca con muchas otras prioridades y probablemente iba a esperar varios meses antes de atender la cuestión iraní con seriedad. B) Su regreso al pacto nuclear no sería bajo términos idénticos a los de 2015. Muchos actores dentro y fuera de Washington le presionan para incluir en el pacto temas como el programa de misiles de Teherán, las fechas de caducidad del acuerdo, y el apoyo iraní a distintos grupos y milicias opuestos a los intereses de Washington, y sus aliados en toda su región.

Paralelamente, Trump y Kushner, su yerno y estratega mayor, asumiendo que muy probablemente iban a tener que dejar la Casa Blanca en 2021, fueron actuando para incrementar la presión sobre Teherán: A) Se aumentaron todavía más las sanciones. B) Se consiguió impulsar una serie de acuerdos para normalizar las relaciones entre Israel, el mayor rival regional de Irán, y varios países árabes también rivales de la República Islámica.

En muchos casos, estos acuerdos no se han finiquitado o siguen en proceso, pero lo que queda claro es que la coalición anti-Irán se ha fortalecido. C) Se logró resolver la disputa entre Arabia Saudita y sus aliados con Qatar, algo que ocurrió apenas esta semana. Toda esta serie de actores operando de manera coordinada, buscarán ejercer influencia en Biden para que los tome en cuenta en cualquier negociación con Irán y para que extraiga de Teherán mayores concesiones que las pactadas en 2015.

Del lado contrario, sin embargo, Irán también se encuentra enormemente activo. Primero, porque para Teherán, las negociaciones con Biden sí son prioritarias. No sólo porque el país necesita urgentemente alivio económico, sino porque a lo largo de estos años en Teherán las posiciones más duras se han venido fortaleciendo.

En junio hay elecciones en ese país y las fuerzas más conservadoras parecen ir ganando terreno. Segundo, porque ante las posturas de sus rivales regionales, y ante la presión a la que saben que Biden está siendo sometido, la dirigencia iraní ha decidido exhibir su propia fuerza, marcar sus líneas, ejercer una contrapresión incluso mayor, y, sobre todo, enviar el mensaje sobre lo que ocurriría si no se llega a un acuerdo que sea favorable para Teherán.

Así, Irán se ha mantenido escalando su nivel de incumplimiento de sus compromisos del pacto nuclear. El año pasado, tras el asesinato de Soleimani, Teherán anunció que, frente este tipo de agresiones, se reservaba el derecho de desconocer 100% dichos compromisos.

Pero la realidad es que sus pasos habían seguido siendo paulatinos. Sin embargo, a fines de 2020 el Parlamento iraní emite una ley que ordena al gobierno acelerar el proyecto atómico. Teherán deberá producir uranio enriquecido en grado muy superior y en cantidades muy por encima de las autorizadas en el pacto nuclear, lo que ya está ocurriendo. Se instalarán más centrífugas de alta tecnología.

Se ordena al gobierno, además, diseñar un nuevo reactor adicional al reactor de plutonio que había sido desmantelado como parte del convenio nuclear.

De acuerdo con imágenes satelitales Irán ha comenzado construcciones en su instalación nuclear subterránea en Fordo. La ley ordena al gobierno, además, dejar de cooperar con los inspectores internacionales de la Agencia Internacional de la Energía Atómica.

Adicionalmente, Teherán parece estar reactivando sus medidas de acoso contra Estados Unidos y sus aliados que estuvo empleando en 2019 antes de la crisis con Washington, lo que podría incluir el asedio contra buques que circulan en el golfo Pérsico, medidas para dificultar el tránsito de petróleo en esa importante región, o alentar los ataques contra Estados Unidos o sus socios por parte de milicias proiraníes en sitios como Yemen o Irak.

Biden entonces, se ve obligado a abordar este tema con la marea en contra. Dado el actual progreso del proyecto nuclear iraní, y dado el nivel de tensiones regionales, esta cuestión, ahora sí, tendrá que ser una de sus prioridades. Su postura negociadora se confronta con actores dentro y fuera de Estados Unidos quienes demandan que el nuevo presidente logre un pacto mucho más favorable para Washington que el que Obama consiguió en 2015.

Sin embargo, del otro lado, Biden se enfrenta no sólo con un Irán lastimado, desconfiado y endurecido, sino con China y Rusia, dos de los firmantes del pacto, quienes pasan por momentos complicados en sus relaciones con Estados Unidos y quienes hoy podrían estar menos flexibles en este tema que en el pasado.

A pesar de ello, Biden buscará recomponer las alianzas y las acciones coordinadas de Washington con Alemania, Francia, RU y la UE - los otros firmantes del pacto- y con ayuda de personalidades como Blinken, un multilateralista que será su nuevo secretario de Estado, o Jake Sullivan, su asesor de seguridad nacional quien fue uno de los artífices del acuerdo del 2015, intentará reducir las tensiones y encontrar terrenos comunes, considerando sobre todo, el grado de afectación económica, social y política que padece Irán y su necesidad de alcanzar acuerdos.

En suma, la situación para 2021 no es simple, pero los muy elevados riesgos existentes, no deben ocluir las oportunidades que también se están abriendo en este inicio de año.

Twitter: @maurimm

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Escrito en: Editorial Mauricio Meschoulam

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